lunes, 30 de julio de 2007

Consume hasta reventar



A estas alturas todo el mundo (aunque es cierto que unos más que otros) sabe que el consumo y la crisis ambiental tienen relación, pero en realidad lo que trasciende son aspectos como que es mejor consumir unos productos que otros, algunas campañas éticas contra la explotación laboral infantil, el consumo de productos más limpios, el uso del transporte público o el reciclaje.

Las personas con sensibilidad ecológica ya conocen todo esto, sin embargo sigue faltando un cuestionamiento de los aspectos centrales del consumo, ya que entran en completa colisión con el sistema económico dominante. Este cuestionamiento nos somete a tensas contradicciones que nos interrogan pues atacan a la base de nuestra socialización.
Nos estamos educando en un sistema, el capitalista, en el que cada vez se están mercantilizando más aspectos. Como llega un momento en el que no hay más necesidades básicas que cubrir surge la necesidad de crear nuevos espacios de crecimiento económico y se comienzan a mercantilizar todos los aspectos de la vida, y eso significa que pagamos por cosas que antes no se pagaba. Por ejemplo, el agua que antes era gratis, que estaba en los ríos y se podía consumir, ahora hay que comprarla en botellas de plástico, pero la cosa va más allá, la diversión se consigue cada vez más a golpe de talonario, la industria del ocio se ha convertido en un negocio en auge, de modo que estamos viendo como las nuevas plazas públicas de nuestras ciudades son ahora los centros comerciales.

Mientras esta privatización se hace cada vez más evidente, el afán consumista se va extendiendo por todo el planeta. El propio uso masivo de los bienes genera nuevas necesidades y éstas un nuevo consumo en una espiral creciente que parece difícil de frenar. Cada capricho se convierte en un deseo, y cada deseo en una necesidad, y el siguiente paso es no tener más remedio que consumir para sentirse bien con uno mismo.
Pero lejos de darnos cuenta de todo esto, lo que ha ocurrido es que se ha incorporado al conjunto de saberes colectivos una serie de principios que legitiman el sistema: el progreso es igual al crecimiento económico y la máxima posesión de bienes, la calidad de vida depende directamente de los avances tecnológicos, se valoran las necesidades por encima de los recursos, hay una primacía del presente sobre el medio y largo plazo (cultura del usar y tirar). En definitiva, se valora lo económico por encima de casi todo.
Se ha creado socialmente una idea falsa de soberanía del consumidor y libertad, cuando en realidad lo que existe es una mayor dependencia. No se elige si consumir o no, sólo qué marca consumimos. No se plantea la reducción en el consumo. Por ejemplo no nos planteamos si usar o no desodorante, porque socialmente tenemos asumido que no utilizarlo es de personas que cuidan demasiado poco su aseo personal, así que en definitiva esa libertad que tenemos los consumidores se limita, en muchos casos, a comprar la marca que más nos convence.
Además hay un factor importante a tener en cuenta que ha producido un cambio importante en los hábitos de compra. El nivel de consumo no viene dado por lo que se necesita, sino por lo que uno se puede gastar, y con las tarjetas de crédito existe la posibilidad de gastar el dinero que realmente no se tiene.
La primera consecuencia de todo esto es que el consumismo lleva inevitablemente asociado el deterioro ecológico. Se produce un alejamiento del entorno. La instantaneidad del usar y tirar se opone frontalmente a los procesos naturales, que son duraderos y perdurables. Preservar, restaurar, cuidar exige tiempo y esfuerzo.
Pero, además, el consumismo lleva asociado el deterioro social, hay una pérdida del sentido común colectivo en favor del individualismo. Se produce una pérdida de valores, las formas de vida tradicionales se pierden, la austeridad, la laboriosidad, el placer del trabajo bien hecho. Han quedado demolidos por la publicidad, que los tacha de primitivos, antiguos, aburridos...
Una sociedad que considera el consumo como una medida del cumplimiento de los proyectos vitales, como un modo de realizarse, es una sociedad que está poniendo trabas al mantenimiento de la vida en el futuro y en el presente.

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