Empieza un nuevo año y lo hace con 1500 trabajadores de la Limpieza del Metro de Madrid en huelga indefinida. Hartos de aguantar unas condiciones de trabajo penosas, decidieron convocar una huelga indefinida a partir del 17 de diciembre pasado.
De modo que desde hace más de dos semanas que se acumula la suciedad en pasillos, andenes, vagones y vías, con todas las molestias que eso supone para los cientos de miles de madrileños que diariamente tienen que usar ese medio de transporte para desplazarse.
Antes de criticarlos, deberíamos pararnos un momento y echar un vistazo a la situación en nuestros respectivos sectores laborales. Los problemas que señalan en sus comunicados los trabajadores del Metro no sólo es que sean ciertos en su caso, sino que en nuestro propio caso también lo son, o tenemos otros problemas como los que ellos denuncian.
La huelga es uno de los pocos medios que tenemos los trabajadores para mejorar nuestras condiciones laborales y es lógico que durante una huelga de limpieza la zona afectada esté sucia, no podría ser de otra manera.
Es una situación transitoria derivada de un conflicto, como tantos otros, provocado por la avaricia de un pequeño grupo de peces gordos (en este caso los dueños de las multinacionales ACS, Ferrovial y Sacyr-Vallehermoso) que año tras año ven cómo aumentan sus beneficios mientras que quienes vivimos de nuestro trabajo vemos cómo cada vez cuesta más llegar a fin de mes por la subida de los precios (porque los salarios no, esos raramente suben).
Debemos hacer un pequeño esfuerzo y aportar nuestro granito de arena a la lucha de estos trabajadores, que han dado un paso que todos tendríamos que tener la valentía de imitar: romper con el miedo y plantear la resolución de los graves problemas que nos afectan. Son un modelo a seguir y merecen nuestra comprensión y nuestra solidaridad. Hoy son ellos, pero mañana podemos ser nosotros, y entonces también querremos tener a nuestro lado gente solidaria que comprenda nuestro problema y nos eche un cable.
Apoyemos una causa justa, la de unos trabajadores que por encima de todo demandan algo a lo que todos tenemos derecho pero que a la mayoría nos niegan: unas condiciones laborales dignas.
De modo que desde hace más de dos semanas que se acumula la suciedad en pasillos, andenes, vagones y vías, con todas las molestias que eso supone para los cientos de miles de madrileños que diariamente tienen que usar ese medio de transporte para desplazarse.
Antes de criticarlos, deberíamos pararnos un momento y echar un vistazo a la situación en nuestros respectivos sectores laborales. Los problemas que señalan en sus comunicados los trabajadores del Metro no sólo es que sean ciertos en su caso, sino que en nuestro propio caso también lo son, o tenemos otros problemas como los que ellos denuncian.
La huelga es uno de los pocos medios que tenemos los trabajadores para mejorar nuestras condiciones laborales y es lógico que durante una huelga de limpieza la zona afectada esté sucia, no podría ser de otra manera.
Es una situación transitoria derivada de un conflicto, como tantos otros, provocado por la avaricia de un pequeño grupo de peces gordos (en este caso los dueños de las multinacionales ACS, Ferrovial y Sacyr-Vallehermoso) que año tras año ven cómo aumentan sus beneficios mientras que quienes vivimos de nuestro trabajo vemos cómo cada vez cuesta más llegar a fin de mes por la subida de los precios (porque los salarios no, esos raramente suben).
Debemos hacer un pequeño esfuerzo y aportar nuestro granito de arena a la lucha de estos trabajadores, que han dado un paso que todos tendríamos que tener la valentía de imitar: romper con el miedo y plantear la resolución de los graves problemas que nos afectan. Son un modelo a seguir y merecen nuestra comprensión y nuestra solidaridad. Hoy son ellos, pero mañana podemos ser nosotros, y entonces también querremos tener a nuestro lado gente solidaria que comprenda nuestro problema y nos eche un cable.
Apoyemos una causa justa, la de unos trabajadores que por encima de todo demandan algo a lo que todos tenemos derecho pero que a la mayoría nos niegan: unas condiciones laborales dignas.
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